Las porciones de tiempo tienen la misma magnitud física para todos, pero, son vividas de forma distinta por cada uno de nosotros. 

El tiempo, un elemento, como mínimo, curioso.

Sin duda, aquello que representa la palabra "tiempo" puede llevarnos a pensar en infinidad de temas e ideas. En este artículo, además de reflexionar sobre posibles definiciones y nuestra percepción del mismo, invitamos de algún modo a trabajar en ser "agricultores del ahora".

  • Tiempo es una palabra que empieza y que se acaba, que se bebe y se termina, que corre despacio y que pasa deprisa”, dice una conocida canción.
  • El tiempo es también, según la R.A.E., “la magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo.
  • Por otro lado, hay también quien piensa que, en líneas generales, “cuando compras algo, el instrumento que utilizas es el dinero, pero en realidad estás comprando con el tiempo de tu vida que tuviste que gastar para tener ese dinero.

La magnitud de lo temporal como algo objetivo y subjetivo.

Las porciones de tiempo tienen la misma magnitud física para todos, pero son vividas de forma muy distintas por cada uno de nosotros. Seiscientos segundos, pueden resultar insuficientes, para la persona ambivalente que se viste y duda entre ponerse el pantalón verde o negro, suelta uno, coge otro y no puede salir del bucle. Seiscientos segundos, pueden suponer un imposible, para la persona con claustrofobia que ha decidido lanzarse a coger el metro y, el trayecto entre parada y parada, se torna cada vez más difícil. Seiscientos segundos vuelan para el ejecutivo que corre ahogado de una reunión a otra. Seiscientos segundos, pueden pueden ser toda una vida para alguien con una enfermedad terminal. Seiscientos segundos, pueden ser un instante o una eternidad, sin embargo, siempre serán diez minutos.

El tiempo, como muchas otras cosas, tiene una parte subjetiva, interpretativa y vivencial sobre la que podemos reflexionar, incluso modificar. Pero, también tiene otra parte, objetiva y, en este caso, hasta matemática, que hemos de poder aceptar.

Parece evidente escribir o decir que un día tiene 24 horas, a priori, es fácil de entender. Sin embargo, no parece sencillo de tolerar cuando en un día listamos 50 cosas que queremos o sentimos que tenemos que hacer. A veces, encadenamos “finales de día” frustrados, estresados y con sólo 20 tareas “tachadas”. Aquí hay una parte de nosotros que no está aceptando que el día tiene 24 horas, sólo lo está comprendiendo intelectualmente. Es como el que habla con otro sin escuchar, sin entender lo que le dice, sólo está presente de algún modo en la conversación.

En un momento social donde todo gira muy rápido, donde sentimos que tenemos mucha competencia en nuestros empleos, donde hay una dificultad notable para encontrar trabajo, donde un like tiene más valor que un segundo o que una mirada real, donde existen verdaderos problemas para conciliar la vida laboral y familiar, el desafío interno con los límites del tiempo, resulta casi inevitable.

Un rol activo: Agricultores del Ahora.

Un objetivo frecuente, será poder convivir de la forma más saludable posible con este tiempo y sus limitaciones. De algún modo, el tiempo, es tiempo de vida.

Convertirnos en “agricultores” de lo que representa la palabra AHORA creo que puede ser una buena tarea. Me refiero a tratar de estar consciente en cada momento de lo que hago. A poder atender a aquello que tengo entre manos en ese momento. A poder entregarme a la actividad que estoy realizando para poder disfrutarla. Unas veces, será jugar con nuestros hijos, otras una reunión de trabajo, otras preparar la cena...También implicará explicarle a alguien en alguna ocasión: “ahora no puedo atenderte, estoy haciendo otra cosa, puedes volver a llamarme después”.

No es una tarea nada fácil de poner en práctica, desde luego, requiere de voluntad, entrenamiento y compromiso. Probablemente, no logremos funcionar así el cien por cien de las veces, pero “una” ya empieza a sumar.

Si abonamos, regamos y cuidamos bien nuestro momento presente, iremos construyendo un pasado agradable y, eso, nos hará sentir reconfortados. Felices, a fin de cuentas. Por otro lado, estaremos generando una tierra fértil, en la que estamos a gusto. Tal vez, entonces, tengamos menos prisa por llegar a otra parte y, podamos mirar al futuro de una forma esperanzadora pero no alucinatoria.

A veces “alucinamos” con que lo mejor siempre vendrá “después de”. Pero, la mayoría de las veces, es eso, solo una alucinación.

¿Qué son 600 segundos?